jueves, 29 de abril de 2010

Todo, de todo, y bien

Uno de los proyectos educativos más radicales y más audaces que tenemos, y que paradójicamente fluye casi de manera desapercibida como parte de nuestra vida cotidiana, es el del Comedor.

A primera vista almorzar no parece  ser algo tan revolucionario. Pero si pensamos en el reto de dar de comer saludable y ordenadamente a cerca de 1 200 personas todos los días, -¡en un lapso de hora y media! - como que empieza a entenderse la magnitud de la empresa. Si pensamos además que el 90% de esas personas son niños y adolescentes, y que no sólo hay que lograr que coman, sino que lo hagan de una manera ordenada, que coman todo y que lo hagan en un ambiente positivo. Entonces estamos ante lo que los chicos llaman un "reto radical".

Detrás de esas 1 200 personas hay otros tantos gustos -y disgustos- particulares, hábitos familiares, ritmos, predisposiciones físicas y médicas, etc. ¡Y la mayor parte de los comensales no sabe muchas veces explicarlas adecuadamente!   Haga calor o haga frío, la comida tiene que estar lista y caliente para las 360 porciones que se sirven en cada turno. Y las porciones tienen que ser todas razonablemente iguales: todos pechuga o todos lomo de pescado sin espinas, o todos la misma pieza de carne o la fruta del mismo tamaño, sean brownies, churros o mazamorra morada. Todo limpio. Todo listo en su momento y con el mismo valor calórico.

Por exigencia del Colegio, la comida no se sirve en charolas o similares. No queremos un "rancho".  Se sirve en fuentes para que cada mesa de ocho comensales sea sea un espacio familiar de compartir. Todos comen juntos, -y lo más difícil- esperan a que todos terminen antes de salir a jugar. Por turnos les toca atender la mesa, recoger los platos, traer los postres, y antes de irse, dejar la mesa razonablemente limpia para que el personal pueda hacer la limpieza de fondo para el turno que sigue.

Evidentemente, en esta operación no hay dos días que sean iguales. Tenemos un público exigente y difícil de satisfacer. Si toca un plato "popular", entonces todo el mundo siente más apetito, y los pedidos para repetir se multiplican. Incluso aparecen comensales fantasmas y algunos encargados se las agencian para que lleguen dos fuentes de papas fritas o helados a sus mesas. Hay días gloriosos, incluso con aplausos del respetable ante la aparición un postre soberbio, y días de vainitas, menestras, brocoli o pescado.... donde, bueno... toca luchar para acabar con dignidad el turno. Entonces las negociaciones se cierran, se impone la ley militar y "los platos se terminan sí o sí".  Y por supuesto que hay errores, resbalones y desencuentros. Alguna vez la sazón se pasa o se queda. También hay días graciosos, escenas inolvidables y gaffés para el olvido.

Pero, con todo, para mí, más allá de las anécdotas, lo más interesante, lo más valioso de la experiencia, es lo que sucede de manera silenciosa todos los días: que todos comen, bien y sano, el chisporroteo cotidiano de las mesas de los chicos, y las sobremesas inacabables de los mayores; las correcciones de los profesores, los anuncios de las victorias y las derrotas, las oraciones, la música de fondo, en fin, el compartir diario que alimenta la sana camaradería.  Es el poder de la mesa común que nos une y nos integra por que tiene la fuerza natural de lo cotidiano.

viernes, 23 de abril de 2010

Jóvenes haciendo cultura

Hace un año se me acercó un grupo de chicos de High School para que el Colegio les auspicie una revista que querían publicar. Habían estado hablando con Martín Pérez del Solar sobre la necesidad de un compromiso concreto de los jóvenes con su tiempo y su cultura, y decidieron pasar a la obra con esta revista que llamaron "BuscándoT".

Por supuesto que les dimos el apoyo. Algo parcial para que sea parte de su compromiso el hacer que la iniciativa sea económicamente sostenible en el tiempo, pero lo suficiente para lanzarse a la obra. De todas maneras en el fondo me quedaba la pregunta si la aventura sería flor de un solo día o si serían capaces de perseverar.

Hoy la revista está en su quinto número bimestral y el comité editorial está compuesto por alumnos de quinto de secundaria e incluso por ex alumnos que mantienen desde la universidad un compromiso sólido con esta iniciativa. Y no sólo esto, sino que BuscándoT ha ido creciendo en calidad editorial y se ha proyectado al mundo digital, desde donde llega a cientos de adolescentes en Perú y en otros países de la Región. Tienen su página web BuscandoT.com y, por supuesto cuentan con espacios en Twitter, Facebook, e incluso una sección de vídeos en YouTube. Hace una semana decidieron justamente lanzar un sitio en Facebook en apoyo del Papa llamado "Benedicto XVI estamos contigo" que en pocos días ha captado más de dos mil seguidores, esta vez de todos lados del mundo católico, incluso adultos.

Viendo lo que han hecho, viendo la calidad y sobre todo la profundidad de su trabajo, y la perseverancia que han demostrado a lo largo de este tiempo, estoy convencido que cuando los jóvenes están motivados por temas de fondo e importantes son capaces de todo. No hay duda que iniciativas como ésta tienen mucho que pulirse y mejorar, pero la frescura y autenticidad de sus ideas y su testimonio, mueven voluntades y arrastran positivamente.

Pienso que simplemente nos hemos acostumbrado al cliché fácil y pesimista que de los jóvenes sólo puede esperarse problemas, e iniciativas de poca profundidad. Creo más bien que como país, como educadores y como familias estamos así dejando de lado una poderosa fuerza para la renovación de la sociedad. Creo que tenemos que hacernos capaces no solo de apoyar, sino también suscitar y sostener iniciativas como ésta en las distintas dimensiones de la vida social y cultural. Creo que hay muchos testimonios de obras concebidas y llevadas adelante por jóvenes que no reciben la suficiente atención en su capacidad de renovación social: pensemos en la iniciativa, en el cuidado del medio ambiente, en la atención y promoción de los pobres y de las víctimas de los fenómenos naturales e incluso en el mundo de la política.

Pero más aún creo hay todavía un campo inmenso por desarrollar: pienso en el talento escondido en iniciativas musicales, en las artes, el periodismo digital, los blogs, el desarrollo o promoción de la niñez en situación de riesgo, los deportes de aventura, etc. Pienso también en las noticias que recoge la prensa de vez en cuando, acerca de chicos especialmente talentosos en las matemáticas, el ajedrez, y algunos deportes singulares. ¿Cómo canalizamos esa energía y esa iniciativa? ¿Es trabajo de un gobierno, una municipalidad, o de todos, padres, maestros, y líderes culturales? Creo que es posible establecer iniciativas, apoyos, alianzas que les ayuden a proyectar su imaginación y sus fuerzas más allá de lo que hasta ahora su entusiasmo los ha llevado. Creo que los adultos no debemos pretender sustituir ni opacar este tipo de aventuras, pero sí podemos ser eficaces catalizadores que les ayuden a lograr sus objetivos y de paso ser parte activa del cambio que nuestro mundo necesita.

viernes, 16 de abril de 2010

"¡No fue mi culpa!"

Enseñar a los chicos a hacerse responsables de sus propios actos es probablemente uno de los actos educativos más importantes que podemos realizar.

En estadística y en gestión es común hablar del "principio de Pareto", el mismo que se puede enunciar de la siguiente manera: "para muchos eventos, aproximadamente el 80% de los efectos provienen del 20% de las causas".

Asimismo, cuando se hacen procesos de control de calidad se aplica el principio de Pareto diciendo que el 80% de los defectos se originan en un 20% de procesos defectuosos.  Entonces se trata de priorizar la solución de los fallos que acarrean el mayor porcentaje de errores.

Creo que es válido aplicar el principio de Pareto para decir que el 80% de los problemas de las personas provienen de la dificultad que tienen para hacerse responsables de su propia vida y decisiones.

Si llego tarde, no es por el tráfico ni por clima, sino por que salí tarde.  Si no cumplo con mis metas o mis entregas, no es por que mi compañero es lento o por que mi computadora no funciona, sino por que no planifiqué bien, o por que acepté una responsabilidad que en verdad no podía manejar, -al menos en este momento.  Si en mi casa o en mi empresa las cosas no caminan como deben, no por culpa de los demás, sino porque hay algo que yo estoy dejando de hacer o haciendo equivocadamente.

Sí, siempre hay factores concomitantes, yo no soy el responsable de que el Universo funcione como debería, pero si aplico el factor de Pareto en mis áreas de responsabilidad probablemente encontraré que un gran porcentaje de la explicación de los problemas se debe a cosas que yo sí puedo manejar.  En otras palabras, son mi responsabilidad.  Más crudamente: son mi culpa.  Y esta comprobación es sencillamente fantástica, verdaderamente liberadora.

Efectivamente, si resulta que yo sí soy el responsable, entonces esto significa que también está en mis manos el cambiar las cosas.  Si la culpa de todo lo que va mal la tienen los demás, el clima o la mala suerte, entonces sólo soy una pobre víctima de las circunstancias, atrapado por fuerzas que no puedo cambiar.  Pero si acepto que mi 20% de responsabilidad significa el 80% de las oportunidades de mejora, entonces es mucho lo que yo puedo hacer para que las cosas cambien. El futuro se abre prometedor delante de mí. Soy dueño de mi vida y de mis decisiones.

Mirar la vida desde el cristal oscuro de las culpas y responsabilidades de los demás me debilita.  Desarrollo entonces la lógica y la actitud del oprimido. La idea falsa de que mi vida no está en mis manos es el gran obstáculo para que cambie, mejore o me esfuerce.  

Evadir o trasladar las propias responsabilidades es una estrategia que parece pagar dividendos en el corto plazo. Nos ahorra el mal rato, la incomodidad e incluso el asumir alguna consecuencia.  Esa ganancia momentánea, sin embargo, termina cobrando un precio exhorbitante en nuestra vida personal.

¿Le hacemos caso a Pareto?

jueves, 8 de abril de 2010

Cómo impactan nuestras palabras en los chicos

Hace un tiempo me enviaron a un pequeño por un tema de conducta. Al hablar con él me explicó su opinión acerca de su maestra: "es que mi mamá dice que la miss..."

Fue interesante mi diálogo posterior con la mamá, quien no se imaginó la trascendencia que iba a tener un comentario dicho al calor de una contrariedad. No interesa mucho el comentario, ni el asunto dio para más, pero esa anécdota es muy ilustrativa para comprender cómo nuestras palabras, actitudes y comentarios marcan la imagen que los chicos tienen del mundo, de las personas y de sí mismos.

La televisión, el internet y la sociedad en general influyen en los chicos y en su manera de percibir y valorar la realidad y sus experiencias. Pero el influjo mayor en los temas de fondo lo siguen teniendo las personas afectivamente signficativas para uno. Y en la edad escolar -incluida la adolescencia- éstos siguen siendo los padres y los maestros. Nuestras palabras y opiniones configuran su mundo de valores: las cosas son buenas o malas, importantes o no, según lo que digamos. Más aún, nuestra opinión sobre ellos, nuestras palabras concretas dichas de la manera adecuada en el momento adecuado, pueden ser recordadas incluso muchos años después, para bien o para mal.

Creo que a veces no damos el peso suficiente al peso de nuestras palabras y opiniones en la formación de la conciencia de los chicos. Históricamente nos hemos ido de un extremo al otro: de una rígida separación entre el mundo social de los adultos y el de los niños, a un entremezclarse casi indiferenciado donde los niños participan como oyentes activos en conversaciones y temas de adultos -hasta en el Facebook- , que no están en capacidad de comprender plenamente, y donde llenan los espacios vacíos o que no comprenden con lo que su imaginación aporta. El mundo rígidamente separado crea incomprensiones, pero la mezcla desconcierta y genera inseguridad y visiones distorsionadas de la realidad.

Los niños no deben crecer en una burbuja, pero tampoco ser expuestos a temas y opiniones que afectan su sensibilidad, sentido de la realidad y de los valores. Para los niños lo blanco es blanco y lo negro es negro, la capacidad de entender los grises es fruto de la experiencia y la madurez.

Por otro lado es fundamental educar a los chicos a respetar el espacio propio de los adultos. La pareja necesita su espacio propio para dialogar y tocar temas o resolver los conflictos normales de la vida. Necesitan espacios de intimidad y descanso que son imposibles si no hay horarios y espacios definidos en casa. Sin éstos la relación se deteriora por falta de oxígeno.

El otro lado también es cierto. Los chicos necesitan sus propios espacios sin interferencia adulta donde jugar, discutir, hablar y aprender a negociar sus relaciones y su estar en el mundo. Los adultos debemos saber también administrar nuestra presencia en el mundo de los niños y no pretender resolver por ellos las situaciones propias de su vida. Esto no significa abandono ni la ley de la selva, pero tampoco la sobreprotección ni el pretender ser el adolescente que uno ya no es. El adulto "patero" entretiene un rato, pero a la larga genera desconfianza. Los chicos, los adolescentes, esperan que uno sea quien es, cercano pero maduro, adulto, predecible y confiable.

El padre y la madre que saben dialogar a fondo con sus hijos y darse y darles al mismo tiempo los espacios necesarios son aquellos cuyas palabras dejan huellas imborrables, aquellas que se atesoran para toda la vida porque están cargadas de la sabiduría que dan la experiencia y el amor.