jueves, 14 de junio de 2012

¿Dónde estabas?

"Tu padre y yo te andábamos buscando" ... ¡Qué cercana se nos hace esta escena del evangelio según San Lucas, ¡qué humana!  Casi es posible imaginar los rostros, la preocupación, el alivio, cuando se divisa al hijo en medio de los doctores de la Ley, absolviendo sus preguntas.  También el irrumpir de la madre en cuyas palabras no es posible no percibir la preocupación contenida.

José, en segundo plano, observa la escena. También él como papá ha sufrido mucho en estos tres días de ausencia y de búsqueda. La ciudad llena de gente venida de todas partes para la gran Fiesta de la Pascua.

Y por eso no deja de sorprendernos la respuesta del hijo: "¿es que no sabían que debía estar en las cosas de mi Padre?"

El Evangelio no coloca palabras al azar y no deja de sorprender que la única ocasión en que José es referido como "padre" de Jesús aparece como en contraposición al "Padre" por excelencia. Y sin embargo acto seguido el evangelista nos informa que de allí en adelante Jesús siguió creciendo a su lado en sabiduría, gracia, y en obediencia a sus padres.

José, padre adoptivo de Jesús, es modelo de todos los padres. Yen esta experiencia extrema no es la excepción. Como todos los padres de la tierra, no las tiene todas consigo. Lucha por proteger y sacar a su familia adelante, y muchas veces no entiende todas las cosas. Y sin embargo siendo como era un hombre silencioso y contemplativo no deja de escuchar la voz de Dios en su oración y en los acontecimientos de su vida.  En la escena del Templo, José, en silencio, escucha y comprende cada vez más profundamente que su paternidad está en función de la paternidad de Dios, y que hay un misterio en el diálogo profundo de Jesús con él. Que el hijo que ha crecido junto a él todos estos años tiene un camino propio y personal. José ha enseñado a su hijo las artes de su oficio, lo ha educado como un buen hijo de David, ha provisto las necesidades de su familia y formado con María un hogar para Jesús. Pero ahora parece claro que este joven empieza a vivir una nueva etapa.

La paternidad tiene esta dimensión de comprender que este hijo es mío, es un 'otro', un otro cuya vida me ha sido encargada como un tesoro. Un otro con ideas y sentimientos propios, con una vida, un alma y una capacidad de abrirse a Dios y relacionarse con Él que debo ser capaz de alentar y educar, pero que esa relación es un santuario donde solo me es dado atisbar como desde fuera.

Unos años después encontramos una formulación parecida en el relato de la Resurrección, esta vez son las palabras del ángel a las mujeres: "¿no sabían que el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día?"  También ellas había padecido su ausencia durante tres días, también ellas se enfrentan a esa realidad del Señor que supera infinitamente nuestra comprensión y nos invita a guardar silencio y a confiar.

Este es el silencio elocuente de José. Silencio revelador de su apertura profunda al misterio de Dios en su propia vida y en la vida de quienes más quiere. José comprende que ha llegado a un momento muy importante en su misión, pero que esta no ha terminado. Todavia debe ejercer su autoridad protectora de padre, esa autoridad que ejerce como prestada, "en nombre de...," hasta que llegue el momento en que el hijo desde su libertad pueda vivir con plenitud su propio llamado.

En este día del padre, no está demás volver la mirada hacia José para aprender un poco más de él este oficio tan misterioso como profundo.


jueves, 24 de mayo de 2012

“Administradores de los misterios sagrados”



Siempre me llamó la atención esta expresión referida a los sacerdotes. Siempre se me hizo como disonante. Paradójicamente es la que expresión que mejor me ha servido para explicar a mucha gente la situación que está pasando la Iglesia de Lima.
Cuando un sacerdote se ordena, el obispo le entrega simbólicamente el libro de los Evangelios y un copón eucarístico. Su oficio será de ahora en adelante predicar, enseñar, y llevar los sacramentos en nombre de la Iglesia.  En ese mismo acto promete obediencia y respeto a su obispo quien luego, ya en el plano administrativo, le otorga las licencias para ejercer ese ministerio en el territorio de su diócesis.
Esta práctica, iniciada con los apóstoles, ha continuado, con la salvedad de las formas, por dos mil años de historia. El obispo, sucesor de los apóstoles asegura así la ayuda necesaria para guiar una feligresía de cientos o miles de personas.
Así pues, el sacerdote, con todo el carisma y valía personal que pueda tener, no es dueño de su ministerio, sino “administrador”, administra ‘a nombre de la Iglesia’ , representada por el obispo, y para beneficio de los fieles.  
Si el obispo encuentra que esto no es así, su deber será llamar al orden, corregir, aconsejar, exhortar, para que la situación se corrija y el pueblo fiel no sufra menoscabo en su fe. Si nada de esto da resultado puede retirar al sacerdote el encargo que le hiciera, al menos momentáneamente.  Y si el caso es grave, iniciar un proceso de suspensión temporal o definitiva. Para eso hay un procedimiento establecido en defensa del derecho del Pueblo de Dios a recibir de sus sacerdotes y obispos la verdad confiada a la Iglesia bajo la custodia de Pedro.
Luego de seis años de diálogos, exhortaciones, correcciones, llamados al orden, etc. el Arzobispo de Lima ha llamado a un sacerdote a un diálogo personal y le ha comunicado que no puede seguir contando con él para el encargo recibido. Qué siguió de ese diálogo necesariamente privado, no lo sabemos. La disciplina de la Iglesia y la corrección exigen el silencio y la meditación personal de la persona involucrada. Sin embargo, cuando vemos de pronto a los medios haciendo suyo este tema y ventilando honras, sabemos con seguridad que hay algo que no ha funcionado bien. 
Es una pena por lo que trae confusión y daño. El escándalo es precisamente eso.  
¿Es un tema de libertad de expresión?  Para nada. Cualquiera puede opinar. Pero no es correcto querer enseñar en nombre de la Iglesia lo que son opiniones propias.  Más aún cuando se difiere del Magisterio en temas esenciales.
¿Hay intolerancia, abuso, falta de respeto? Seis años de diálogo silencioso y paciente son prueba suficiente precisamente de lo contrario. 
¿Debe el Cardenal “ser transparente” y “hacer públicas” sus acusaciones. Este largo proceso ha sido y debía ser privado, precisamente para cuidar la honra y buen nombre del sacerdote. Además el debido proceso según el Código Canónico así lo exige. 
Sorprende, pues, el súbito interés de algunos políticos y periodistas por la vida interna y salud de la Iglesia. Sorprende el despliegue mórbido de la prensa y la falta absoluta de escrúpulos y caridad en los comentarios y calificativos hacia el Cardenal, y de paso el uso y abuso del nombre e imagen del sacerdote para propósitos inconfesados.
A la Iglesia no le faltan ataques en los últimos tiempos, ni al mismo Cardenal. Y sin embargo no deja de admirarnos la honestidad y valentía del Pastor que sabe que toma una decisión difícil y seguramente incomprendida, pero que es fiel a su deber, a su conciencia y al bien de su feligresía.
Precisamente por este motivo hemos querido sumarnos a esta iniciativa de recoger firmas de apoyo a Mons. Cipriani, que no tiene otro objetivo que dejar en el corazón del Pastor una voz de aliento y la seguridad de nuestras oraciones.

miércoles, 9 de mayo de 2012

De las mamás y otros milagros


Hace unos días compartí con el grupo de mamás delegadas una plática sobre la maternidad desde la perspectiva de Santa María.  Y es que solemos verla "allá" en el Cielo, y nos cuesta verla en su experiencia como mujer y como madre, y de lo mucho que tiene que decirle a la mujer de nuestro tiempo.

Como madre, María acogió el misterio mismo de la vida en su seno y la hizo posible. Como esposa hizo del hogar de Nazaret un núcleo perfecto de amor y la fecundidad. María es la "mujer fuerte" cuyo talón aplasta la serpiente, "la hija de Sión" en quien la promesa del Mesías se realiza. María es ejemplo de lo que Juan Pablo II llamó "el genio femenino". Un espejo purísimo donde toda mujer puede mirarse para entenderse a sí misma. 

En María vemos a la vez la maternidad, física y espiritual, inherente a la mujer. Nos muestra cómo es posible proteger y hacer surgir la vida aún en las condiciones más difíciles. Junto a José cuidó la vida que le había sido confiada, de la persecución de Herodes, y probó la vida del hambre y del destierro en Egipto. No la vemos dudar ni quejarse. La maternidad cuesta a veces sacrificios y renuncias, y lleva al límite la capacidad de amar, pero sostenidos en el Señor, saca del mismo dolor lo mejor de nosotros mismos.

María entiende su maternidad como una vocación. Y es que toda maternidad humana es una vocación: un misterioso llamado personal que exige de nosotros una respuesta libre. Solo una respuesta libre que se renueva cada día puede verdaderamente realizarnos como personas.  

En su  "Carta a las mujeres", el Papa Juan Pablo II, con honestidad, cariño, y, singular agudeza, expresa su admiración y agradecimiento a la mujer en las diferentes dimensiones de su existencia. Y, a la vez, comparte una reflexión muy profunda sobre la naturaleza propia de la mujer. Les ofrece así un sólido fundamento para comprenderse a sí mismas, comprender la hondura e importancia de su llamado, su dignidad esencial, y la manera particular como Dios las ve. Y desde ese marco, las reta a participar de la dimensión creadora y ordenadora del mundo y de la cultura.

Entender el llamado a la maternidad como una vocación, es comprender que ya no se vive para sí misma, sino para el Amor que convoca a desplegar la propia capacidad de amar realizándose al mismo tiempo  como persona.  Como "vocación" somos invitados a la vida en el seno de una familia; como "vocación" recibimos el don del bautismo; como "vocación" entendemos que Dios nos ha pensado desde toda la eternidad y sigue pensando todavía en nosotros. Como una "vocación" debemos entender también la llamada continua de Dios a crecer y a amar en las circunstancias particulares en que nos toca vivir. No, no estamos solos. Dios nos conoce y nos está continuamente llamando.
Por eso, la primera y fundamental responsabilidad educadora de la madre es educar a su familia en la escucha de la voz de Dios en sus vidas. No se puede responder a un llamado que no se escucha,  hay que educarles por tanto en la sensibilidad, y el silencio interior y exterior para poder escuchar.  La capacidad de "estar pendiente" de las personas y las cosas es algo muy natural en una mujer y en una madre. Pendiente de los detalles de su casa, de sus hijos... es una forma de escucha que debe ser parte de su misión educadora: enseñar a su familia a "estar pendiente" de la voz de Dios en sus vidas.
Y junto a la escucha, educarles en la libertad y generosidad para poder responder con coherencia y perseverancia. La libertad es un don maravilloso en el cual tenemos que ir creciendo día a día. Es poder disponer de sí mismo para obrar el bien y la verdad. Pero ¡cuántos chicos hay que crecen prisioneros de sus debilidades y de sus egoísmos! ¡Cuántas veces confundimos el amor y el natural deseo de protegerles del dolor y de la contradicción y no les formamos para crecerse ante ellas, para ser generosos, pacientes, perseverantes, responsables! Y es que, a riesgo de convertirse en un amor posesivo, el amor que protege y cuida, debe convertirse necesariamente en el amor que ofrece y entrega: lanzarles a la vida, a su propia vocación y llamado, que es también el camino de su propia felicidad. 
Nuevamente es iluminador el ejemplo de María. Su "sí" al Señor, su "hágase", fue un sí responsable por el que se dispuso a un camino que no podía comprender del todo ni controlar del todo. Fue un activo estar a disposición, un activo acompañar y secundar la misión de su Hijo hasta las últimas consecuencias, unas consecuencias que ella no podía controlar. 
En este sentido y a manera de motivación vale la pena ver un vídeo clip llamado "Mary did you know"  que me gustó mucho porque muestra justamente esta dimensión de la vocación de María. Ella acepta generosamente un llamado y una vida cuyas consecuencias la trascendían. No se guardó para sí misma, supo donarse en amoroso servicio. Tampoco quiso retener a su hijo para sí misma: María aparece siempre donando, ofreciendo a su hijo al mundo, como cuando recibe a los magos, como cuando sugiere el milagro de Caná... como cuando le acompaña en su vida y, sobre todo, junto al altar de la Cruz.  
Y ese donarse, no fue un acto pasivo o resignado, sino una activa colaboración con la gracia de Dios obrando a través de ella en el mundo que la rodea.  María se pone en camino, -"prontamente" dice el Evangelio- a ponerse al servicio de Isabel su pariente.  Llevando a cuesta su propia maternidad hace el duro camino a la casa de Isabel. Supo hablar fuerte y claro cuando fue necesario, y guardar también un intenso silencio y esperar contar toda esperanza. Supo rezar sola y también acompañar la oración de los apóstoles en Pentescostés. María comprendía que su "vocación" no había terminado con la Ascensión: "Ahí tienes a tu hijo", Juan, Pedro, Santiago,... no, su misión continuaba y continúa todavía en nosotros como Madre de la Iglesia.
La "vocación" de una madre no termina nunca tampoco. Evoluciona y se extiende de maneras distintas con los ritmos de la vida. Sigue siendo una vocación de servicio a la familia que crece y que sigue necesitando de su servicial "estar pendiente", de su palabra, de su silencio, de su oración, de la experiencia y la sabiduría de su vida.  En la escucha y atención a su propia vocación y llamado la mujer madre va creciendo y madurando como la vid que fecunda que sigue dando fruto a la espera del viñador.

sábado, 21 de abril de 2012

Libertad y disciplina

Hoy por hoy está instalada en la mente de mucha gente la idea que "libertad" y "disciplina" son dos ideas opuestas. Que "libertad" es obrar según mi voluntad, y que "disciplina" es aquello que limita o al menos regula esa libertad.  Nada más falso.

Pienso que "libertad" y "disciplina" son conceptos dependientes el uno del otro: "a más disciplina, más libertad".  

Definamos nuestros términos para comprendernos mejor:  entendemos disciplina como "la capacidad de estar disponible a mí mismo para obrar en función de un fin previsto".  Es así que si defino que deseo salir a ejercitarme todas las mañanas, o emprender una dieta, o dedicar unas horas diarias al estudio, entonces voy a ser capaz de cumplir con aquello que he previsto. Si dejo las cosas a la mitad, si la pereza me vence o si me dejo distraer por otras ocupaciones más interesantes, entonces diré que "no tengo disciplina".

Se entiende así que la disciplina personal es como el músculo de la voluntad. Y la analogía no es gratuita. Si no entreno ese músculo entonces lo más probable es que mi libertad personal se vea comprometida. Querré hacer muchas cosas, pero nunca las emprenderé o las dejaré a medias. Las dificultades propias de cualquier  emprendimiento serio o importante será siempre más fuertes que el débil músculo de mi voluntad. Cuando decimos "esta persona no tiene voluntad" en realidad lo que queremos decir es que esa voluntad que es en realidad débil e indisciplinada.

Como todo músculo la disciplina personal debe ejercitarse para crecer. No puede fortalecerse en teoría o como fruto de largas conversaciones.  Y esto empieza desde la primera infancia. Un niño que tiene todo a disposición, que no tiene que esforzarse por nada, que ve sus menores deseos atendidos por una "fuerza externa", llámese en este caso, mamá, nana, o maestra;  es un niño que puede parecer un pequeño tirano de fuerte carácter, pero es en realidad el débil juguete de sus gustos y debilidades.

La norma externa, lejos de ser una limitación, fortalece mi voluntad.  La prescripciones de una dieta, el régimen de ejercicios previsto, el código de convivencia y vestido de una institución, exigen adecuarme a un comportamiento, a unos ritmos de trabajo, incluso a ciertas incomodidades y cansancios, y a mantenerme en ellos por un tiempo determinado. A perseverar en un esfuerzo. Todo ello viene de fuera de mí. Pero de dentro de mí viene la decisión de mantenerme en el esfuerzo por que preveo el bien que espero lograr. Entonces el músculo de mi voluntad se ejercita y se fortalece, y me hago cada vez más libre.

Todo esto presupone conocer y querer el bien previsto. En el proceso educativo, especialmente de los menores esto es más difícil. El niño no siempre puede entender por qué es bueno sentarse a estudiar cuando podría estar jugando, tomar una medicina de mal sabor, o dejar esos chocolates para después. Aquí entra la confianza en sus padres y maestros, y la autoridad que deriva de su coherencia.

Por un mal entendido amor, a veces evitamos a los chicos esfuerzos, contradicciones o el simple ejercicio de paciencia. O somos expeditivos y no nos molestamos en explicarles el por qué de las cosas. Finalmente, no deseamos sufrir nosotros mismo y cedemos a una mala cara o al llanto.  Pensemos que, en realidad, lo que estamos haciendo es un mal de proporciones. Estamos educando un hijo débil y dejándole inerme ante las verdaderas dificultades de la vida.

La formación en la disciplina personal de nuestros hijos y alumnos no es un tema de poca monta. Es hoy fundamental en el contexto de una cultura del confort que ha convertido la debilidad de las personas en una herramienta para hacernos consumidores pasivos, dependientes de la voluntad de los departamentos de mercadeo y finanzas.

Más aun, el mundo de las ideas y de la política vemos como poco a poco se va imponiendo a pueblos enteros valores y limitaciones que habrían sido impensables para nuestros padres. Con una docilidad impactante aceptamos la destrucción de la vidas por nacer, la deformación de la idea y los valores de la familia, y la intrusión del Estado en la formación de nuestros hijos, por mencionar solo unos casos.

Cada uno de estos temas, y muchos más, requieren ser enfrentados por hombres y mujeres con ideas claras y voluntades fuertes. Capaces de sostener un discurso coherente y el esfuerzo perseverante de defender los valores más fundamentales. No es el tiempo de conformarnos con  hijos buenos y respetuosos, es el tiempo de formar líderes capaces de construir una sociedad verdaderamente humana.

El Concilio Vaticano II fue un acontecimiento profético en muchos sentidos. Al releer su "Mensaje a los jóvenes", sorprende su actualidad y hondura. Pero más aún, no puede menos que impresionar que esos jóvenes a quienes convoca a tomar en sus manos el futuro de la humanidad deben ser personas con un espíritu verdaderamente fuerte y libre:
"... En el nombre de este Dios y de su hijo, Jesús, os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos y a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías. Luchad contra todo egoísmo. Negaos a dar libre curso a los instintos de violencia y de odio, que engendran las guerras y su cortejo de males. Sed generosos, puros, respetuosos, sinceros. Y edificad con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores. ..."
¿Son estos los chicos que nos sentimos llamados a formar?


miércoles, 7 de marzo de 2012

De raíces y estrellas

¡Bienvenidos al año escolar 2012!

Cada nuevo año se abre siempre lleno de expectativas y emociones. Y éste no es la diferencia. Los chicos cada uno de acuerdo a su edad y temperamento se han ido ajustando a la idea que las vacaciones terminaron. Por otro lado, el reencuentro con amigos y profesores ha sido cordial y reconfortante. Hay muchas cosas para contar y comentar. Esta semana ha sido de expectativas: nuevos grupos, nuevos profesores,  cursos y lugares. Todos nosotros hemos vivido la misma experiencia a nuestra manera y lo volvemos a vivir con ellos ahora como padres. Pero son otros tiempos y nosotros somos también distintos, ¿Cómo podemos aprovechar para ayudarles a enfocarse de la mejor manera posible en el año que se abre?

Quizá sirva una analogía que les propuse el lunes pasado en la formación de bienvenida: Les hice notar el árbol de pino que está en el patio de Elementary y que ya ha sobrepasado en altura el edificio que tiene al lado.  Ese pino lo sembramos cuando inauguramos el Colegio y ha venido creciendo con ellos desde entonces.  Les decía: "estos árboles crecen despacio pero muy alto por que tienen grandes raíces que penetran en lo profundo del suelo y les dan estabilidad.  Así tenemos que ser nosotros, tener raíces, es decir, buenos hábitos, y criterios seguros y consolidados. Sobre esa base podemos crecer todo lo que queramos. Pero una cosa más: vean cómo el pino se eleva derecho, apuntando hacia el sol. Cómo sus ramas laterales están volteadas hacia arriba, hacia su fuente de luz y calor.  También nosotros necesitamos un sol, una estrella que nos guíe, nos inspire y nos ilumine.  Esta estrella es para todos nosotros el Señor Jesús, pero es también nuestros sueños, nuestro  ideal de vida, nuestros planes y proyectos.  No podemos salir a la calle sin saber adonde vamos. Tampoco podemos iniciar el año sin tener un proyecto personal, un ideal, una meta muy concreta. Cada uno debe pensarla y decidirla."

Al comenzar el año quisiera proponerles a ustedes papás y mamás hacer con los chicos el mismo ejercicio. Recorrer con ellos lo que serán sus bases y raíces para el año. Que todo esté listo: horarios, organización, materiales, etc. Y trabajar con ellos en esa labor cansada y esforzada de hundir el arado para hacer el surco de los buenos hábitos desde el primer día. Si están listos, cuando caiga la semilla y vengan las aguas, podrán esperar los frutos.  Pero la segunda idea es todavía más importante: ayudarles a definir una estrella polar, un norte para este año, un conjunto de buenos propósitos muy concretos y precisos que le motiven y les hagan conscientes de su progreso. Estar motivados es 'tener motivos' para hacer las cosas, y cuanto más apelantes y profundos mejor.  Y el mejor momento es éste. ¡Manos a la obra!

Buen fin de semana.