Los inicios de año son siempre entusiasmantes. Hasta las cosas más sencillas tienen color de aventura y un aura de reto que estimula. Estos primeros días que han pasado vienen así desvelando poco a poco su misterio a los chicos que van descubriendo a los profesores y amigos nuevos, sus horarios, libros, e incluso aulas distintas.
Es algo muy humano que no pierde su brillo aunque se repita anualmente. Los comienzos contienen siempre una promesa de vida y renovación que es parte de la vida joven que porta cada uno de los chicos, pero es también la promesa contenida en la presencia del Señor en la vida de todos nosotros.
Enraizados en Él somos siempre jóvenes, siempre abiertos, siempre alegres. Enraizados en Él la alegría y dolores de la vida, las ilusiones y los desengaños, los triunfos y las derrotas, nunca son definitivos, son puertas siempre abiertas a un mañana mejor, porque junto a Él todo lo podemos.
No somos dueños del mañana, pero somos señores de nuestro presente. De nuestras decisiones y de nuestros pasos, y los damos con la serena seguridad de quien edifica sobre la Roca firme que sostiene a Pedro y a su Iglesia.
Ayer comentaba esto con los chicos mayores: “hoy empiezas con hoja limpia. Eres dueño y responsable de lo que escribas en ella. El futuro no lo conocemos pero el presente lo tienes en tus manos. Éste es el don maravilloso de la libertad, y de su hija mayor, la responsabilidad. No basta con ‘querer’, hay que tomar decisiones. Para ti empiezan hoy.”
Para nosotros, padres y maestros, es también un tiempo de renovarnos en nuestras decisiones y compromisos. Renovarse es hacerlo todo nuevo. No necesariamente distinto, sino nuevo: lleno de vida, lleno de luz.
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