jueves, 28 de abril de 2011

Juan Pablo II, mi amigo

Mi primer contacto con Juan Pablo II fue, como todos, vía la sorpresa: ¿quién era este Papa polaco de nombre impronunciable? ¿sería un Papa comunista como anunciaron algunos? Muy pronto la sorpresa dio paso al entusiasmo, a la admiración, a un amor filial, y una amistad a la distancia que marcó toda mi juventud y mi vida adulta. Aprendí a ser cristiano junto al Papa polaco y ciertamente de él.  Cuando le dimos el último adiós, -en realidad el 'hasta pronto'-, una parte de mi alma se fue con él. Era la sensación de despedir a un familiar muy querido, un padre, un abuelo, un confidente, un modelo.  Y junto a la multitud reunida junto al altar que velaba su cuerpo en ese todavía cercano abril de 2005, mi corazón gritaba con ellos: "!santo súbito!", "!santo súbito!", "!santo ya!", "¡santo ahora!".

Nunca en toda la historia de la Iglesia un hombre ha sido declarado santo por el sentir común de todos los fieles. En teología se llama el "sensus fidei", el sentido común de la fe que reside en todos los creyentes en comunión con sus pastores, y a través del cual Dios habla también con toda verdad. Atendiendo a esta voz, el Papa Benedicto, testigo privilegiado de la vida de fe y las virtudes heroicas de Juan Pablo II, ha dado curso al proceso que lleva a la Iglesia a declarar formalmente que un cristiano está junto a Dios, que su vida es ejemplar, y que imitando sus virtudes uno llega con seguridad al cielo; que eso, al final de cuentas, son los santos.

Lo escuché muchas veces, lo leí muchas más, seguí sus viajes, y me apreté en la multitud para verlo en Lima, pero nunca le di la mano, ni pude estar muy cerca. Y sin embargo, su ejemplo y sus palabras fueron determinantes para entender la alegría y la aventura de la vida cristiana. Mirándole maduré mi vocación y la hondura de sus palabras me acercó el evangelio, me ayudó a comprenderlo y a conocer al Señor Jesús. Su ejemplo, su entrega, su apostolado incansable, sus ganas de vivir y de amar, cuestionaron mis debilidades y mi falta de generosidad como cristiano. Su apertura, su juventud eterna, no dejaran nunca que me diga a mí mismo que estoy viejo o que tengo 'derecho a descansar'. La elegancia con la que supo aceptar las limitaciones de la edad y la enfermedad, serán también algún día mi apoyo y mi norte en el atardecer de mi vida. Su cuerpo encorvado y su alma brillante, serán, ...son, mi modelo, mi deseo, para cuando yo también tenga que acudir al llamado del Padre. ¿Qué más puedo pedir de un amigo?

Cuando empezaba mi vida cristiana aprendí una definición de la amistad que me acompaña hasta hoy: "amigo es el que me lleva a Cristo".  Sí, Juan Pablo II, era, ...es, mi amigo muy querido.

Hace muy poco tiempo tuve, por fin, la oportunidad de estar muy cerca de él, arrodillado delante de tu tumba bajo el altar de San Pedro. Era un día cualquiera pero el lugar entero estaba lleno de flores y una llama permanente alumbraba el lugar. Pero lo más impactante es que no estaba solo. Habían llegado muchos amigos, mucha gente madura, pero también muchos jóvenes, sacerdotes, religiosas, señoras, obreros, hombres y mujeres de diversos orígenes, todos en silencio, todos rezando, todos visitando al amigo.  Este domingo estoy seguro que todos los amigos nos alegraremos unidos en la oración junto a ese amigo, que nos enseño el camino a Jesús.

jueves, 14 de abril de 2011

Una cultura católica


Estoy unos días en Denver visitando colegios católicos con el objetivo de establecer contactos y acuerdos para futuros intercambios de alumnos y profesores. Implican por supuesto, diálogos con directores y otras personas acerca de nuestras mutuas perspectivas y preocupaciones con respecto a la educación católica en nuestro tiempo.

Encuentro muchas coincidencias, y como es obvio, aproximaciones e intuiciones propias de las diferencias de cultura, historia y características socio culturales de nuestros países. Algunas de ellas, sin ser nuevas para mí, me llevan a reflexionar sobre lo que significa educar en una realidad donde la cultura es extraña a la fe, no solo por el secularismo de nuestro tiempo, sino donde desde siempre los católicos han sido minoría.

En esas circunstancias, vivir en católico tiene que ser una opción muy fuerte si se quiere permancer siéndolo, y se quiere que los hijos crezcan como tales. Uno entonces toma conciencia del regalo que implica vivir la propia fe en el marco de una cultura que responde a ella. Comentaba con ellos y les llamaba a asombro y sana envidia, las celebraciones que tendremos dentro de poco en el Perú en el marco de la Semana Santa, y cómo es que se proyectan más allá de lo estrictamente litúrgico, en las procesiones, en los monumentos especialmente arreglados para el Santísimo Sacramento, la ciudad llena e movimiento con las visitas a las Iglesias, los retiros masivos, las grandes y hermosas celebraciones en torno a la luz de Cristo en la Vigilia de Pascua, en las costumbres locales de los diferentes pueblos de nuestro país, y de latinoamérica en general, todas con cientos de años. Destacaban cómo se han hecho parte de nuestra cultura y de nuestra manera de vivir la fe.

Crecer en una cultura fundamentalmente abierta a los valores y a la práctica de la fe es algo que a veces damos sentado, olvidando que es algo que cada generación debe construir pues, cuando no se avanza, se retrocede, ...y bastante. Basta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta que muchos valores que hace muy poco tiempo dábamos por sentados e inamovibles hoy son cuestionados o están en franco retroceso. Esto no es por ninguna ley irreversible, depende funfamentalmente de las personas que viven en cada tiempo. No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Hemos vivido épocas terribles en el pasado, pero también épocas de progreso humano y social. La diferencia la han hecho siempre las personas.

Los líderes de nuestro tiempo y del futuro cercano están sentados en nuestras aulas y viven en nuestras casas ahora mismo. ¡Qué resposabilidad darles la mejor formación posible! Qué responsabilidad de que aprendan bien sus materias, pero que sobre todo entiendan su mundo y tengan el corazón grande para transformarlo según los designios amorosos de Dios.

jueves, 7 de abril de 2011

Orientación Vocacional


El Banco Mundial acaba de publicar un informe sobre el Perú de cara al nuevo quinquenio : “Perú en el umbral de una nueva era”. Trae una serie de consideraciones muy interesantes sobre la economía, pero me pareció importante destacar ahora una información que presenta en el capítulo III sobre la educación en el Perú y en particular en lo referente a la manera cómo los jóvenes peruanos eligen carrera y las implicancias que esto tiene.
“Casi 8 de cada 10 peruanos en áreas urbanas dicen haber elegido sus carreras universitarias por ―vocación, es decir por gustos y preferencias individuales. Solo un 13% basó su elección en las perspectivas laborales. (..) Una mayoría de los que cursaron estudios superiores están en general insatisfechos con su elección de carrera o institución.”
Que sólo la mitad de los peruanos afirme estar satisfecho con la carrera que estudió me parece preocupante y revela que tenemos todavía una oportunidad muy grande de mejora en esto que llamamos tradicionalmente “orientación vocacional”. Creo que es un tema fundamental, que no puede quedar reducido a una evaluación psicológica en algún momento de la secundaria y algunas charlas.
Personalmente veo cuatro factores a los que tenemos que prestar atención:
  1. Madurez y conocimiento personal
  2. Conocimiento de la realidad y perspectivas laborales
  3. Desarrollo de vivencias e intereses personales
  4. Diálogo con adultos referenciales (familia, tutores, psicólogo, profesionales, etc.)
Brevemente: si el chico no se conoce, si no es capaz de reconocer sus fortalezas, gustos y debilidades; si no es capaz de identificar sus intereses básicos en la vida; si no ha desarrollado una cierta seguridad personal, si no tiene un norte claro para su futuro; se va a quedar anclado en una actitud pasiva, inmadura y hasta infantil con respecto al tema de sus estudios profesionales, y cuando llegue el momento en que sus amigos empiecen a postular, tomará una decisión apresurada y meramente intuitiva.
Pero esta madurez básica necesaria no sobreviene inesperadamente en undécimo. Requiere que a lo largo del High School vaya desarrollando un conocimiento cada vez mayor del mundo que lo rodea. Ya no puede ir de pasajero por la vida, debe ir conociendo, interesándose por el país, su problemática, la marcha económica, el tema político, etc. Éste es el contexto en el que se inscribe su vida en este momento y en él aprender a “ver” cómo en este mundo concreto se desarrollan profesionales de distinta índole que viven y aplican su “carrera” en la economía, los servicios, la producción, etc.
No se puede elegir simplemente una carrera sin haber experimentado la vida. Sin haber asumido responsabilidades, o liderado un proyecto, trabajado por una meta, participado en un equipo u organizado a un grupo de personas. Sin haber soñado un proyecto y haberlo llevado a cabo. En realidad, sí se puede, y se da, pero los educadores no podemos permitir que un adolescente llegue “pobre de vida y experiencias” al final de su vida escolar. El mejor colegio puede ser una “vida en burbuja” si no hacemos algo al respecto. Mal se puede entender el mundo desde una burbuja.
Para todo esto hay proyectos, actividades y programas. Pero todos son insuficientes si los adultos significativos no dialogamos con los chicos. Hay diálogos de conocimiento personal, diálogos de encuentro con la realidad; diálogos de motivación a la acción y diálogos de evaluación de la misma. A veces nos quejamos de que no tenemos de qué conversar con los chicos. Pero en realidad aquí tenemos una fuente inagotable de temas y conversaciones donde habrá siempre un oído atento pues no hay nada que les interese más a los chicos que su futuro. Compartamos con ellos este proceso de búsqueda.
Puntos bonus para este esfuerzo:
Un chico que desarrolla una conciencia cada vez más clara de su identidad, posibilidades e intereses. Un chico que tiene un norte, un sueño, una estrella polar que perseguir, es un chico que mejorará automáticamente su rendimiento académico y que se mantendrá fuera de problemas. Tiene una razón para hacer las cosas. Una razón para estudiar y esforzarse. Pero lo contrario también es cierto. Démosles el tiempo.