jueves, 17 de diciembre de 2009

Game over!


Fin del año escolar. Y en el fondo de los ojos de los chicos ya se puede leer la frase final de los video juegos: lo siento, game over! Efectivamente, es su mundo y se expresan en sus términos. Pero creo que la comparación se puede entender de una manera más amplia: en los juegos lo que sucede es que vuelves a cero, recuperas tu vida y puedes volver a empezar.
La etapa escolar tiene un poco de eso, nada es definitivo, siempre conservas tu vida no importa lo mal que te haya ido, y puedes volver a empezar fresco en el siguiente año. Incluso en los casos más difíciles, cuando arrastramos muchos puntos en contra de diversa índole, aun repitiendo de año (equivalente al reset to the original configuration) en la etapa escolar, a diferencia de la vida adulta, los chicos siempre tienen la opción de volver a comenzar, no tienen un pasado, todo está por construirse.

Quizá he abusado un poco de la comparación, pero la idea que quisiera pasar en estos finales de año es ese realismo esperanzado que debe animar nuestra consideración y acompañamiento de los chicos. Hay algunos para los que todo va bien, porque suben al siguiente "nivel" y pueden utilizar para su ventaja los nuevos "poderes" o "armas" que han recogido en el anterior. Con los que no la han pasado tan bien, porque el nuevo año lo enfrentarán con la experiencia del pasado.

Pero mucho depende del "protector", del guerrero con experiencia que sabe guiarles de nivel en nivel y que nunca se cansa ni se da por vencido. El que muestra los caminos mejores y advierte los lugares complicados. No juega él el juego, pero acompaña de cerca, comprometido con su pupilo.

Hemos terminado una etapa. Toca a los "protectores" ayudar a sus pupilos a cerrar la experiencia, y sacar las lecciones de la etapa, y es que llega un momento en que no hay segundas oportunidades y los puntos en contra no se recuperan. Cuando se tiene que jugar con las armas que recogiste en el camino porque será sino muy difícil encontrar nuevas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

El poder de tus palabras

Hace algunos años conversaba con un muchacho que venía con problemas académicos y de disciplina constantes. En medio del diálogo le pregunté por la opinión que tenía de sí mismo, pero cuando empezó a contestarme, no le dejé avanzar: "un segundo,- le dije-, por favor empieza nuevamente, pero por la lista de tus virtudes. ¿Cuáles son tus fortalezas?"... Se quedó callado un rato. Buscó y rebuscó en su cabeza... "Bueno, mi papá me dijo una vez que yo soy muy bueno para..."No puedo contarles el diálogo, pero sí resaltar algo que he visto como una constante en mi experiencia: los chicos con problemas suelen tener una pobre imagen de sí mismos. Parece obvio, pero añado para aclarar: cuando digo "pobre", no quiero decir necesariamente "mala", sino insuficiente, elemental, poco balanceada. Les cuesta dar cuenta de sí mismos, y claro, lo que primero aparece en su cabeza son los defectos que con toda claridad les evidenciamos en casa y en el colegio.No defiendo la idea de callar los problemas, al contrario. Pero con la misma fuerza, o más debemos ser capaces de evidenciar a los chicos, ...decirles,... hablar, las cosas buenas que tienen o que son capaces de hacer. Ser realista no es ser negativo.Construimos nuestra autoimagen en el diálogo con los demás, especialmente con las personas significativas para nosotros. Y hasta los 18 años o más no hay personas más significativas para uno que los padres y maestros.Somos conscientes que muchas veces no le dedicamos tiempo al diálogo con los chicos. Pensemos en lo serio que es, si ese poco tiempo en que conversamos está dedicado a resaltar sus faltas y defectos. Insisto: no es un problema de que lo que decimos no sea cierto, sino que es incompleto. Y en ese sentido, el espejo que les ofrecemos para "leerse" a sí mismos les muestra una imagen distorsionada y deforme. ¡Imaginemos andar por la vida con la autoimagen moral del jorobado de Notre Dame! No es justo.Hay que hablar con los chicos sobre ellos. Ayudarles a conocerse. Descubrirles sus fortalezas junto con sus debilidades o defectos, y ayudarles a reconocer toda la riqueza e integralidad de su personalidad. Y pienso que esto no se hace de la noche a la mañana. No se trata de "una gran conversación" memorable para toda la vida. Al contrario, es un proceso. Es lo que destacamos en el diálogo cotidiano: "me pareció genial lo que hiciste". "Qué rápido eres con los números", "me pareció muy generoso de tu parte hacerle ese favor a tu hermano"... etc. Obviamente debemos buscar también momentos especiales donde en un a tranquilo, con tiempo exclusivo les digamos cosas importantes, de fondo. Nuevamente, en la mayoría de los casos no se trata de largas conversaciones. Veinte minutos o media hora a lo sumo con los mayores. "Yo te veo así", "pienso de ti esto", "te veo habilidades para.." Frases cortas, bien fraseadas, dichas con intención y de corazón. Son palabras que se recuerdan para toda la vida y añaden a eso que llamamos "autoimagen".Pensaba en este chico que les contaba al comienzo. Al pobre no se le ocurría nada bueno hasta que se acordó lo que alguna vez su papá le había dicho. ¡Que importante había sido!, y lo curioso es que se llevaba muy mal con él. Y a pesar de todo... allí encontramos el clavo pequeño en el que se apoyaría para salir adelante. En esta época de notas y evaluaciones finales pensemos en lo que decimos. Nuestras palabras en este tiempo pesan mucho y dejan huella...

viernes, 4 de diciembre de 2009

Dar gracias



Ayer tuve la ocasión de tener un diálogo con la promoción que egresa. Son de los primeros grupos que se integraron al Colegio cuando teníamos clases en un pabellón acondicionado en Villa Caritas. Ellos han hecho todo el recorrido del Colegio, lo vieron literalmente levantarse ante sus ojos. Pasearon por los terrenos todavía en nivelación, se tomaron fotos en las inmensas orugas y tractores que trajinaban el valle en esos días y les tocó compartir con alegría una noche de fogata y "marshmallows" con la que en marzo del '99 cerramos los trabajos de "mudanza" a este local. Incluso, agolpados junto a sus padres en el patio de Ier. ciclo, vieron a lo lejos la última carga con la que abrimos la carretera a lo que sería la zona del campo de fútbol y la pista atlética.

Ellos terminan clases el próximo viernes 11 y se gradúan el 16. Les quedan pocos días en el Colegio y ya se perciben con los sentimientos encontrados propios de un tiempo de tantos cambios en su vida. Por un lado la expectativa y el deseo de seguir adelante. Por el otro el temor natural a lo desconocido y la sensación de pérdida, de cierre definitivo. No hay vuelta atrás, la vida continúa.

Es un tiempo que marca. Difícilmente lo vivimos con indiferencia, y es por eso que resaltaba con ellos la importancia de abrirse a la experiencia, ser conscientes de ella y vivirla con intensidad. Y una de las dimensiones más importantes de este 'cierre' de etapa es la gratitud. "A algunas de las personas que han sido parte de su vida en este tiempo probablemente no las vean nunca más", les decía. "Es una realidad de la vida, por eso les invito ahora a buscar un momento para darles las gracias."

Agradecer nos abre a la conciencia de nuestra identidad. De quiénes somos realmente en el contexto de las personas que nos han acompañado en una etapa y han dejado huella en nosotros.
No nos debemos a nosotros mismos. Necesitamos de los demás, -y junto con esa conciencia- los demás necesitan de nosotros. "Ningún hombre es una isla, cerrada sobre sí misma", reza el verso de John Donne citado tantas veces. Es la intuición de que en el fondo no estamos llamados a vivir para nosotros mismos sino para los demás y que el amor sólo se alcanza cuando se ofrece gratuitamente.


Juan Pablo II tenía una manera hermosa de expresar todo esto: "Haz que tu vida sea un regalo para los demás". Haz de tu vida un don permanente. Sólo en clave de entrega y de servicio tiene sentido la vida, y tienen sentido los pasos diversos que damos en ella, alegres o dolorosos. Que al final de tu recorrido pueda decirse sobre ti: "¡gracias por su existencia!".


Este es probablemente el secreto más grande del mundo. La clave de la felicidad, el aprendizaje más importante que puedan llevarse para su vida adulta. Y empieza a aprenderse, paradójicamente, por la gratitud. Quien no está abierto a los demás. Quien vive para sí. Quien camina, así, solo por la existencia, es incapaz de amar. Dar gracias, ese acto sencillo, breve, casi prosaico, esa palabra deslizada al borde de una frase, tiene el poder de abrirnos al otro y de abrirnos a la realidad. ¡No estamos solos! ¡Mi libertad se realiza en el contacto servicial con otras libertades!

Enseñar a dar gracias, a ser agradecido es, probablemente, el acto educativo más importante que podemos realizar como padres y maestros. El fin de la etapa escolar, el fin del año nos da a todos la oportunidad de convertir este acto sencillo en un verdadero regalo para toda la vida, para quien lo da y para quien lo recibe.