viernes, 4 de diciembre de 2009

Dar gracias



Ayer tuve la ocasión de tener un diálogo con la promoción que egresa. Son de los primeros grupos que se integraron al Colegio cuando teníamos clases en un pabellón acondicionado en Villa Caritas. Ellos han hecho todo el recorrido del Colegio, lo vieron literalmente levantarse ante sus ojos. Pasearon por los terrenos todavía en nivelación, se tomaron fotos en las inmensas orugas y tractores que trajinaban el valle en esos días y les tocó compartir con alegría una noche de fogata y "marshmallows" con la que en marzo del '99 cerramos los trabajos de "mudanza" a este local. Incluso, agolpados junto a sus padres en el patio de Ier. ciclo, vieron a lo lejos la última carga con la que abrimos la carretera a lo que sería la zona del campo de fútbol y la pista atlética.

Ellos terminan clases el próximo viernes 11 y se gradúan el 16. Les quedan pocos días en el Colegio y ya se perciben con los sentimientos encontrados propios de un tiempo de tantos cambios en su vida. Por un lado la expectativa y el deseo de seguir adelante. Por el otro el temor natural a lo desconocido y la sensación de pérdida, de cierre definitivo. No hay vuelta atrás, la vida continúa.

Es un tiempo que marca. Difícilmente lo vivimos con indiferencia, y es por eso que resaltaba con ellos la importancia de abrirse a la experiencia, ser conscientes de ella y vivirla con intensidad. Y una de las dimensiones más importantes de este 'cierre' de etapa es la gratitud. "A algunas de las personas que han sido parte de su vida en este tiempo probablemente no las vean nunca más", les decía. "Es una realidad de la vida, por eso les invito ahora a buscar un momento para darles las gracias."

Agradecer nos abre a la conciencia de nuestra identidad. De quiénes somos realmente en el contexto de las personas que nos han acompañado en una etapa y han dejado huella en nosotros.
No nos debemos a nosotros mismos. Necesitamos de los demás, -y junto con esa conciencia- los demás necesitan de nosotros. "Ningún hombre es una isla, cerrada sobre sí misma", reza el verso de John Donne citado tantas veces. Es la intuición de que en el fondo no estamos llamados a vivir para nosotros mismos sino para los demás y que el amor sólo se alcanza cuando se ofrece gratuitamente.


Juan Pablo II tenía una manera hermosa de expresar todo esto: "Haz que tu vida sea un regalo para los demás". Haz de tu vida un don permanente. Sólo en clave de entrega y de servicio tiene sentido la vida, y tienen sentido los pasos diversos que damos en ella, alegres o dolorosos. Que al final de tu recorrido pueda decirse sobre ti: "¡gracias por su existencia!".


Este es probablemente el secreto más grande del mundo. La clave de la felicidad, el aprendizaje más importante que puedan llevarse para su vida adulta. Y empieza a aprenderse, paradójicamente, por la gratitud. Quien no está abierto a los demás. Quien vive para sí. Quien camina, así, solo por la existencia, es incapaz de amar. Dar gracias, ese acto sencillo, breve, casi prosaico, esa palabra deslizada al borde de una frase, tiene el poder de abrirnos al otro y de abrirnos a la realidad. ¡No estamos solos! ¡Mi libertad se realiza en el contacto servicial con otras libertades!

Enseñar a dar gracias, a ser agradecido es, probablemente, el acto educativo más importante que podemos realizar como padres y maestros. El fin de la etapa escolar, el fin del año nos da a todos la oportunidad de convertir este acto sencillo en un verdadero regalo para toda la vida, para quien lo da y para quien lo recibe.



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