viernes, 27 de agosto de 2010

Que coman bien, que duerman bien.

Éste es el consejo principal de nuestras abuelas y de los viejos médicos de cabecera para la crianza de los hijos. Y todos lo aceptamos como evidente.  En la práctica sin embargo, no lo seguimos. ...y estamos cometiendo un grave error. 
Sucede que eso que llamamos “estilo de vida” viene siendo mencionado reiteradamente  por las investigaciones médicas como la raíz de muchas de las enfermedades de nuestro mundo actual. Lo sabemos, la gastritis, migraña, depresión crónica, insomnio, fragilidad del sistema inmunológico, y otros males que afectan a la población adulta de nuestro tiempo, son reflejo de ese “estilo de vida”.  
Si todo quedara en un asunto de opción adulta por la vida que uno quiere vivir o padecer: bueno y pase. Pero ese estilo de vida está afectando también la salud, el desarrollo y la posibilidad de una vida plena y feliz para nuestros hijos, por que está afectando precisamente estos dos temas fundamentales.  Lamentablemente en muchas familias la falta de una alimentación adecuada y de un sueño suficiente en los niños no es consecuencia de un problema económico o de la ignorancia sino de horarios desordenados, sobrecarga laboral, condescendencia culpable y falta de decisión.
Recientemente, el reconocido especialista cubano Dr. Refino Piñeiro sostuvo que los buenos hábitos alimentarios son fundamentales para que las neuronas se regeneren y posibiliten la plasticidad adaptativa que hace posible el aprendizaje y la memoria.  El cerebro humano necesita asimilar regularmente omega-3; glucosa; hierro; zinc, yodo y otros nutrientes fundamentales que se encuentran, lo sabemos, en el pescado, leche, cereales, fruta, hígado, etc.  
Lo sabemos efectivamente, pero lamentablemente dejamos que los chicos se alimenten habitualmente de “comida chatarra”, que limiten su dieta únicamente a dos o tres alimentos favoritos, que no tengan horarios regulares, etc. con la consecuencia que tenemos, aparentemente un niño sano y rollizo, pero que en realidad sufre un déficit alimentario importante que trae como consecuencia problemas de crecimiento, dificultad para concentrarse, interesarse por las cosas, fragilidad de memoria, inestabilidad emocional y otros “problemas emocionales y de aprendizaje” que cristalizan en el mal desempeño escolar y los problemas de auto estima académica que acarrean. ¿Suena conocido?
¿Es este un problema lejano, propio únicamente de las economías desarrolladas, llenas de niños obesos pero mal nutridos?  No lo creo. Pienso, por ejemplo, en los chicos que nos llegan todas mañanas con el pan con mantequilla en la mano y la leche a medio tomar. Uno o dos días no pasa nada, pero cuando esto es hábito.... Algunos traen merienda o sencillo para el quiosco, pero, ¿Sabemos que la aprovechan realmente? En todo caso es algo que debemos considerar y revisar.
El otro tema importante es el sueño suficiente. Los médicos recomienda alrededor de diez horas para toda la vida escolar. Durante el sueño el cerebro hace algo así como la “defragmentación del disco duro”: es decir revive y reorganiza la vivido y aprendido, consolida los aprendizajes y elimina los residuos. Si habitualmente el sueño no es suficiente o es incompleto este proceso no se cumple y se afectan los aprendizajes, la memoria no se consolida y baja sensiblemente la capacidad de concentración.  Por otro lado, durante el sueño el cerebro genera la serotonina que entre otros efectos regula la cantidad de adrenalina que en exceso genera la inestabilidad emocional, hiperactividad e impulsividad que parecen marcar tanto las aulas de hoy.
El tema se complica cuando en lugar de abordar los problemas desde una perspectiva integral tratamos de manejarlos con medicación. Sí, a veces el caso requiere el uso de la panoplia de drogas que la ciencia moderna ha desarrollado. ¿Pero cuántas veces no son sino el atajo para no enfrentar un cambio radical de estilo de vida? 
A veces asumimos que nuestro estilo de vida es lo inamovible. Que nada podemos cambiar. ¿No estamos así poniéndonos a nosotros mismos, nuestra relación de pareja y a nuestros propios hijos en función a un ritmo de vida y un estándar de gastos que queremos tener? Puesto así tan gráfico y directo todos seguramente diremos que no. Que ése no es nuestro caso, que hay razones, no es lo que queremos, etc, pero... Más allá de nuestras intenciones, ¿Qué es lo que sucede en la práctica de todos los días?
Que coman bien, que duerman bien, un consejo fácil de dar y de comprender. Pero si en nuestra vida cotidiana no lo estamos pudiendo seguir, entonces es hora de una revisión radical de nuestro estilo de vida. No lo dejemos pasar. Y los frutos serán visibles.

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