jueves, 12 de noviembre de 2009

Las razones de la fe

En estos días se viene desarrollando una, digamos hoy, peculiar conferencia en el Zum de la Universidad de Lima, titulada: ¿Existe Dios? Y el ponente principal es nada menos que el padre Jorge Loring un famoso sacerdote catalán, experto en temas de fe y ciencia, estudioso de la aeronáutica, astrónomo aficionado, científico y polemista de polendas.


El compacto auditorio está compuesto por cerca de seiscientos jóvenes universitarios y escolares de último año, que no solo le escucharon atentos, sino que gozaron e incluso rieron de buena gana con la fuerza de sus argumentos y paradojas que contradecían una serie de afirmaciones de "sentido común" que circulan entre nosotros y tomamos como ciertas a fuerza de ser repetidas.


Debo confesar que en el momento de iniciar la conferencia todavía me embargaba cierta aprehensión: no era para menos, ¿podría este hombre a sus venerables 88 años apelar y enganchar a este auditorio de hipercríticos y sabihondos hijos de la generación de la Internet?


Y mi impresión no ha podido ser más grande: no pasaron cinco minutos y este delgado y de apariencia frágil anciano ya tenía cautivado a su público. Pero para mí lo más destacable es que más allá de la innegable simpatía, de su saber enciclopédico y de las inagotables anécdotas que brotan a borbotones, fruto de su larga experiencia de vida, lo que no solo entretiene a su auditorio sino que le cautiva y convence en la serena fuerza de una lógica imbatible.


Me era evidente que lo que motivaba a estos jóvenes, expertos en efectos especiales y realidad virtual, es en última instancia la fuerza de la verdad que se impone con suavidad y elegancia pero con una fuerza innegable.


El padre Loring estaba allí hablando de Dios en medio de la plaza universitaria, con fuerza, con inteligencia, y con audacia, y nadie parecía incomodarse por sus razones fuertes y contundentes. Decía por ejemplo: "Nadie es ateo por razones científicas ... y paso a demostrarlo". Efectivamente, es audacia pura, pero sostenida por un poderoso sentido común, y capaz de retar con éxito a su auditorio a pasar de la ignorancia religiosa a una fe sostenida por razones adultas.


Y ha sido justamente esta recepción de su auditorio lo que me convenció -sino lo estaba ya- que el problema de la indiferencia y del llamado alejamiento de Dios de esta generación, hay que buscarlos en la madurez de la presentación de la fe que hacemos los adultos. "así como se ve ridículo a un adulto vestido de marinerito, así nos vemos de ridículos los adultos cuando presentamos a estos chicos la fe con nuestros conocimientos religiosos de la primaria"... ¡Y esto es! diríamos.


La lección que extraigo de todo es muy sencilla: el reto que tenemos hoy, es conocer en serio y con profundidad la fe y la religión que pretendemos presentar a los jóvenes, Si no lo hacemos, no hay que poner la responsabilidad en los medios de comunicación o en los errores y malos ejemplos de los consagrados que dan mal testimonio, hay algo de verdad en eso por desgracia, pero lo que tenemos que hacer es ser capaces de reconocer nuestra propia responsabilidad en presentar una fe profunda y bien sostenida.



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