domingo, 8 de noviembre de 2009

Tiempo de poda


Leía hace poco un interesante artículo de Mons. Galimberti, Obispo de Salto, Uruguay, que hace una interesante analogía de la crianza de los chicos con los cuidados que damos a un árbol en crecimiento.

En particular me llamó la atención la referencia a los momentos de "poda" en la vida de los chicos. Definitivamente comprendemos que si una planta no se poda, entonces crece mal y débil, "se va en hojas" y no se obtiene fruto. ¿Sucede esto mismo con la crianza de los hijos?

Pienso que espontáneamente todos estamos dispuestos a conceder que así es. En realidad la analogía planteada no es original. La literatura clásica hace mucha referencia al mundo natural y lo mismo se puede decir de la literatura bíblica. Hasta hace no mucho la humanidad tenía una cultura básicamente agraria y el lenguaje del campo ha sido siempre muy expresivo.

Podemos pensar en los momentos de 'poda' como los momentos en que decimos que 'no' a sus impulsos e iniciativas. O quizá en las ocasiones que debemos corregirles a aplicar una sanción. Entonces miramos nuestra experiencia personal y vemos que sí. Nos toca 'podar' muchas veces. Y también comprendemos que no hacerlo genera hijos débiles, sin límites claros e inseguros. Sabemos bien que el hijo engreído y terco, lejos de tener un 'caracter fuerte' como algunos piensan, lo que en realidad está manifestando es una inseguridad muy grande porque no puede aceptar la realidad de las cosas como ellas son, sino como él o ella quieren que sea... y para eso están dispuestos a dar toda la "pataleta" que sea necesaria. Ceder en esos momentos, lo sabemos bien, es muy grave para su formación.

Pero hay otra dimensión de la 'poda' que nos es menos clara, pero que es igualmente importante o más. No sólo hay que podar las ramas torcidas o débiles. No sólo hay que limpiar la mala hierba o las adherencias. También hay que saber podar cuando la planta está bien, está fuerte y está grande, no tanto para corregir, sino para que dé más. El buen agricultor sabe que al podar la planta sana en los momentos adecuados, crecerá más fuerte y la producción será mayor.

En la vida de los chicos esto nos es menos evidente. Pero es cierto que hay muchas ocasiones en las que tenemos que empujar a los chicos más allá de su "punto de comodidad". Subir la varilla, exigir que caminen una milla más, que den más y mejor calidad, que sean aún más generosos, o cuidadosos, o dueños de sí mismos. Y esto no con un afán perfeccionista sino porque conocemos sus reales posibilidades y sabemos que ese esfuerzo, ese breve momento de cansancio, pena o esa pequeña frustración valen en verdad todo el oro del mundo porque nos educan y nos llevan a sacar lo mejor de nosotros mismos.

Estamos a finales del año escolar y la tentación podría ser la de bajar la guardia. "Total ya aprobé." Sabemos bien que ésa es precisamente la diferencia entre el hombre mediocre y el hombre de excelencia. Mantener la guardia alta, correr y dar todo el aliento hasta el límite mismo de la meta, eso es lo que marca la diferencia. Los hábitos y criterios de la infancia se llevan a la vida adulta. Cambian los escenarios y las responsabilidades, pero sabemos bien que el mundo está lleno de "medio-queredores", de aquellos que nos dieron la talla porque se conformaron pronto con lo más fácil y agradable.

¿Qué tipo de hombres queremos formar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este espacio es para comentarios sobre los temas propuestos y generales. Por cortesía y privacidad omitamos referencias personales.